Querido papá:

Cada mañana al despertar, me levanto de la cama e inconscientemente busco mis gafas en la cómoda. Llego a la cocina y me acerco a mamá, le beso en la mejilla y le digo una frase indescriptible típica de un madrugador que equivale a un "Buenos días". Me siento en la apetecible silla y al comprobar que mi desayuno no se va a hacer solo, me vuelvo a levantar y me dirijo a la nevera, cojo la leche, la caliento y me pongo las cucharadas de cacao. Me la tomo con tranquilidad mientras me fijo en ese silencio que sé que se desvanecerá al despertarse Juan. Pocas son las veces que me despierto a destiempo de Elena, ya sea por que me despierta al bajar por las escaleras o porque yo le despierto a ella al librarme de esa selva de mantas y almohadones que me aprisionan al espabilarme todas las mañanas. Pero a la hora de desayunar, se encuentra tan diferente al resto del día, tan callada, que una no se entera de su presencia. Algún tema que otro surge conforme va pasando el tiempo, pero no suelen ser muy rebuscados debido al cansancio que conlleva  contarlo. De pronto, se oye una voz a lo lejos que implora un cola-cao en la cama, es Pablo, cuando oyes su voz sabes que empieza la cuenta atrás: que habrá que llevarle el desyuno y acto seguido ir a buscarlo; luego ayudarle a ponerse la ropa (o lo que en realidad acaba siendo, ponérsela); luego peinarle; pedirle que se lave los dientes...Todo esto tiene como nombre científico "tornado". Te damos un beso de buenos días (que acompaña al de despedida) tan rápido como nuestro cuerpo nos lo permita, o dicho de otra forma, tan lento como Pablo nos permita. Te vas y en ese mismo momento caemos en la cuenta de que te demostramos poco nuestro cariño por las mañanas. Por esta y por muchas otras razones queremos pedirte perdón y no se nos ocurre otra manera que desearte un CARIÑOSÍSIMO...¡feliz día del padre!